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Dubrovnik, Croacia: Mágica y encantadora

Texto: Ana Bouzas / Fotos: Andrés Canet

Dubrovnik o Ragusa, es una preciosa ciudad amurallada situada en la costa dálmata de Croacia, y uno de los principales sitios turísticos del país. Su fama, totalmente merecida como la Atenas eslava, fue antiguamente una zona llena de barbarie, donde se distinguían los habitantes humanistas y los especialistas en artes y ciencias. Fue habitada por bizantinos, venecianos, húngaros, austríacos y franceses, y debido a esto ha sido salpicada por sus diferentes culturas, las cuales han dejado su importante rastro. Su antigua ciudad en sí no es demasiado grande y se la puede recorrer en un día. Declarada Patrimonio de la Humanidad y formando parte de los 7 Patrimonios de la Humanidad de Croacia, es un lugar único donde se puede disfrutar de aguas cristalinas, hermosas playas, y de la historia de una ciudad amurallada, declarada por Lord Byron como la “Perla del Adriático”.


Tomamos un bus que nos dejó en la entrada principal de la antigua ciudad. Dimos un paseo por fuera, caminando las estrechas y alegres callecitas que la rodean para luego entrar en la zona amurallada. El hermoso casco histórico barroco, las iglesias, palacios y casas de piedra delicadamente conservadas, hicieron que caminar por su calles sea un auténtico placer en todo sentido. Una ciudad que nos enamoró.


Apenas cruzamos la Puerta de la Pile nos sentimos transportados al siglo XII. Apoyado sobre la gran fuente de Onofrio (la que fuera en el pasado el principal punto de abastecimiento de agua de la ciudad), un señor vestido con ropas típicas deleitaba al público con su música mientras otro repartía colgantes con forma de corazón. La música ocupa un lugar muy importante en la historia de Dubrovnik, que comenzó a desarrollarse en los tiempos de la República de Ragusa gracias al mecenazgo de las familias nobles. En las últimas décadas, se ha convertido en una parte fundamental de la oferta turística, ya sea mediante los conciertos de grupos de cámara en ambientes únicos, como los que ofrecen las iglesias del casco viejo, o mediante los reconocidos festivales en los que participan grandes nombres de la música clásica.


Tras una breve visita al Monasterio Franciscano, la Iglesia de St. Saviour y la antigua farmacia (apoteka), una de las mas antiguas de Europa, seguimos caminando hasta la entrada de la antigua muralla. Desde aquí se puede acceder al punto más alto de la misma. El ascenso requiere poco más de una hora a pie, pero las vistas desde arriba del Puerto Viejo, el mar, las islas de la costa dálmata, los tejados naranjas, las viejas callejuelas y los brillantes muros de mármol blanco pagan con creces el sacrificio de la caminata.


El Puerto Viejo fue el principal durante la edad media. Hoy es un pintoresco puerto repleto de pequeñas embarcaciones, muchas utilizadas para el turismo. Aquí nos detuvimos un rato para admirar la belleza del color turquesa del mar, los verdes de las islas cercanas y la antigua muralla. Luego de unos minutos volvimos a la ciudadela, descubriendo otros lugares de gran interés turístico. Uno de los mejores es la Columna de Orlando, un monumento a la libertad ubicado en la Plaza la Luza, la plaza principal de la ciudad. Una vez allí visitamos en sus alrededores el bonito Palacio Sponza, la Iglesia de San Blas (Patrono de Dubrovnik) y la Torre del Reloj que data del siglo XV, punto de referencia y símbolo de la ciudad vieja. Mientras admirábamos el edificio nos sorprendió la orquesta de Dubrovnik quienes ofrecieron un hermoso desfile con niños vestidos con trajes típicos, música y bailes que le dieron más encanto y alegría al lugar. Al mismo tiempo que disfrutábamos del espectáculo vimos una multitud de gente llenando sus botellas con el agua de una pequeña fuente ubicada a metros de la torre. Según cuentan los habitantes, sus aguas son medicinales, y aunque no sabemos si será verdad, lo cierto es que estaba helada y deliciosa.


Retomamos nuestro recorrido hacia el antiguo Palacio, donde se pueden visitar las habitaciones, salas y conocer un poco más de la historia de la ciudad. Al salir nos encontramos con una plaza y un colorido mercado de frutas y verduras, además de una pequeña feria de artesanías donde se vendían los típicos bordados de Dubrovnik hechos a mano.


Continuamos transitando las estrechas calles hasta llegar al Palacio Rectoral, antigua residencia del rector de la República de Dubrovnik, hoy sede del Museo Histórico Cultural. Desafortunadamente no contábamos con el tiempo suficiente para visitarlo. Pegado a éste, la Catedral, un antiguo edificio construido en 1670 sobre los cimentos de varias catedrales más antiguas, que en su interior exhibe nobles muestras de arquitectura, pinturas y obras de arte religioso de un valor incalculable.


La calle Stradun es la más vieja y pintoresca de la ciudad, aquí se encuentran locales y tiendas donde poder comprar los productos típicos como las velas y bordados artesanales. Cada bar o restaurante del casco histórico posee un antiguo farol que indica el nombre del mismo, una simpática tradición.


Cuando comentamos entre algunos colegas y amigos que visitaríamos Dubrovnik, las recomendaciones coincidían categóricamente: helados, playas y calas. El helado ya lo habíamos probado, y como nos quedaban todavía algunas horas antes de partir, decidimos sambullirnos en el Adriático.


Al salir de la muralla caminamos unas cuadras cuesta abajo y encontramos una hermosa cala, con barcito incluido, donde pasamos el resto de la tarde. El agua aquí es más fría y más salada que en el mediterráneo, pero para las altas temperaturas que veníamos padeciendo era ideal. La transparencia del agua nos permitió ver un fondo increíble, con estrellas de mar, coloridos peces, erizos, esponjas y algas por todos lados. Después de nadar un rato, tomamos un merecido descanso sobre unas reposeras para oír sólo el piar de los pájaros y el rugir de la corriente golpeando contra las rocas.


Nos sentimos afortunados de haber disfrutado de esta bella ciudad y de poder compartir lo dicho por George Bernard Shaw que declaró “Quienes buscan el paraíso en la tierra deben buscarlo en Dubrovnik”.•



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