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10˚ Raduno Pagani: Glamour de alto octanaje


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Desde la tierra de los motores, donde el culto más sagrado no es la religión sino la pasión por los automóviles, partió la décima edición del Pagani Gathering. Más que un evento es un momento único, un espacio de tiempo reservado para los clientes más exclusivos, los representantes de la firma en el exterior de Italia y la mismísima familia Pagani, con Horacio a la cabeza, su esposa, hijos y hasta uno de sus sobrinos participando, disfrutando y atendiendo personalmente a cada uno de los selectos participantes. La fábrica del argentino en San Cesario sul Panaro, en las afueras de Modena, fue el punto de encuentro para dar inicio a uno de los tour más apasionados que me han tocado vivir.


La llegada al cuartel Pagani no podría haber sido más emocionante, con unos diez Pagani estacionados frente a la misma, la bandera argentina flameando en lo alto del edificio y el mismísimo Horacio dándome la bienvenida. Y esto recién comenzaba.


Lo primero que noté es que cada valija era etiquetada con el nombre de su propietario y luego cargadas en dos inmensas camionetas. Lo interesante de esto es que esta simple tarea era llevada a cabo por una señorita ayudada por uno de los hijos de Horacio Pagani. Sin duda una pequeña muestra de la humildad de esta familia a la que no se le caen las vestiduras por acarrear una valija o atender personalmente las necesidades particulares de cada invitado. Toda la familia trabajó para que cada uno de ellos se sintiera a gusto.

Luego de un extenso lunch de bienvenida, partimos hacia la fábrica para recorrerla y presenciar la entrega de un Huayra cero kilómetro a su flamante dueño, todo un privilegio si tenemos en cuenta que solo se construyen unos veinticinco automóviles por año. Cumplidos los honores de la entrega, el grupo partió en caravana hacia Verona custodiados por una flamante flota conformada por varios Mercedes Benz AMG pertenecientes al staff, del que se destacaba un hermoso SLS AMG GT Roadster.


La Autostrada A1 se convirtió rápidamente en una obra de arte, al igual que los alrededores de la Arena di Verona, sitio elegido para estacionar los autos a nuestro arribo. La gente se congregó en la plaza para admirar y maravillarse con semejante circo rodante, aunque la mayoría desconocía la marca en cuestión y llovían las preguntas sobre su origen. Parece increíble que en Italia muchos aún no sepan absolutamente nada de Pagani, mucho menos sobre la nacionalidad de su fundador.


Esa noche nos alojamos en el hotel Due Torri de cinco estrellas, ubicado en el corazón del centro histórico de Verona. Desde allí caminamos hasta la Arena para presenciar una de las obras de mayor renombre que se dan cita en este espléndido lugar: Carmen, una ópera de cuatro actos del compositor francés Georges Bizet y escrita por Henri Meilhac y Ludovic Halévy, basada en una novela homónima de Prosper Mérimée.


A la mañana siguiente nos reencontramos con los autos, y con una maraña de gente alrededor de ellos. Por suerte el área de parking estaba acordonado y vigilado, y pudimos subirnos sin problemas. Tomé posición en la butaca del acompañante del único Pagani Zonda Cinque Roadster presente en el evento y partimos. No me importó hacia donde, yo solo quería aprovechar la oportunidad de subirme a esta máquina infernal.


El día se dividió en dos etapas, con un almuerzo en el imponente Lido Palace Hotel en Riva del Garda. Ni bien concluimos con el festín gastronómico nos dirigimos nuevamente hacia los autos, pero esta vez mi sorpresa fue mayúscula: “Llevate el Cinque” me dijeron, y me tiraron la llave. Para mí éstas volaron en cámara lenta, como si se tratase del reencuentro de dos enamorados en una telenovela venezolana. Por delante tenía algo más de 140 km para disfrutar mi primera experiencia al volante de un Pagani Zonda, y que mejor que debutar con uno tan especial como el Cinque Roadster. Es por ello que me permito narrarle a ustedes las sensaciones vividas.


Dicen que la primera impresión es la que cuenta, y en este caso no sucede algo diferente. Se lo siente ancho y lo es, tranquilamente podría utilizarlo Batman para circular por Ciudad Gótica y no desentonaría con su perfil de superhéroe. Su poderoso V12 Mercedes Benz AMG de 680cv y apenas 3,4 segundos para el 0-100 km/h prometía una experiencia espectacular. Al transitar los primeros kilómetros comencé a adaptarme al tamaño y la experiencia pasó a ser verdaderamente alucinante. El camino sinuoso me permitió jugar con la transmisión secuencial de 7 marchas, la cual producía zapatazos a mi espalda y un sonido tremendo, como si dejara caer un gran tablón de madera al suelo. A ello se le suman esporádicas llamas saliendo por el escape para completar la escena. La respuesta a las brutales aceleraciones son unos gigantescos discos de freno cerámicos ventilados de Brembo, accionados por un pedal firme que exige maltrato. Los kilómetros transcurrieron muy rápido, e intenté distraer a mi copiloto para “perdernos” y así extender el recorrido pero no hubo caso. Túneles al frente y el bellísimo paisaje del Lago di Garda a mi izquierda competían de igual a igual con la belleza de este Zonda, pero para mí hubo un sólo ganador. Los últimos kilómetros de ascenso hacia el Hotel Lefay, epicentro del resto de las jornadas, fueron un tanto dolorosos. No quería llegar. Pero todo tiene un final, y mi experiencia al volante de este purasangre tuvo el suyo. Una vez en el hotel, y entregadas las llaves a su propietario, nos distendimos en la piscina descubierta, contemplando el maravilloso y verde paisaje de montaña. La cena temprana al aire libre acompañados de las últimas luces diurnas dibujando las montañas sobre el lago sellaron una jornada inigualable.


El tercer día de este Pagani Tour propuso dos paradas. La primera de ellas para un breve refrigerio y bocaditos de media mañana en el Grand Hotel Terme di Comano. La segunda parada estuvo dedicada al almuerzo, y la familia Pagani eligió para ello al Ristorante Maso Toresella, muy cerca de Trento, rodeado de viñedos e inmerso en un entorno sin igual. Con 220 kilómetros, esta fue la jornada con mayor distancia recorrida y esto justificó las merecidas pausas. Durante la última cena, el propio Horacio Pagani hizo entrega de curiosos premios, como al acompañante que primero “cabeceó” o al que se perdió siempre. Agradecimientos mediante, una banda en vivo alegró la noche y el bar del hotel se transformó rápidamente en un canto-bar con mezcla de ruso, chino e inglés que no demoró en tornarse un tanto bizarro.


La mañana del último día se presentó más relajada y muchos aprovecharon para zambullirse nuevamente en la piscina exterior o regalarse una sesión de masajes en el spa. Cerca del mediodía, el convoy partió de regreso a Modena donde un almuerzo dentro de la fábrica dio por finalizado oficialmente este 10˚ Pagani Gathering - Vanishing Point que, como su nombre en inglés lo indica, fue “un punto de fuga” para muchos.•

FOTOS: Andrés Canet / Luca Venturi
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