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Test Drive • Mercedes Benz SLC 43 AMG: Ángel y demonio


Para muchos la sigla AMG puede no decirles nada, pero a quienes nos apasionan los autos no pasan inadvertidas. Hoy es la división deportiva exclusiva de Mercedes-Benz que se ocupa de “engordar” a los vehículos de producción de la marca y la construcción de los vehículos para la competición, pero no siempre perteneció a la firma de Stuttgart.


Estas siglas están cargadas de historia. Luego del trágico accidente en Le Mans de 1955 protagonizado por el Mercedes-Bens 300 SL de Pierre Levegh, quien por esquivar al Jaguar de Mike Hawtorn acabó estrellándose contra las gradas matando a más de 80 personas, Mercedes-Benz decidió abruptamente retirarse de casi toda competición, y en 1964 lo hizo por completo. Aunque Hans-Werner Aufrecht, especialista del banco de potencia en el departamento de competición, y Erhard Melcher, del departamento de pruebas y desarrollo (la A y la M de AMG), aún no lo sabían, esto también marcaría el destino de ambos.


La automotriz de la estrella decidió centrarse en los vehículos de producción y turismos, por lo que Aufrecht y Melcher, mientras continuaban trabajando en Mercedes-Benz, decidieron poner manos a la obra en un pequeño taller de la localidad de Grossaspach (finalmente aparece la G) y preparar de forma independiente los Mercedes para la competición de equipos y pilotos privados. Su primer vehículo fue un 300 SE al que le extrajeron 50CV extra a su motor standard, suficientes para revolucionar, y obtener el título, del Campeonato Alemán de Turismo.


Finalmente ambos renunciaron a Mercedes-Benz y en 1967 se instalaron en un nuevo taller de Burgstall, donde nace oficialmente AMG. A partir de aquí, el éxito los acompañó casi sin pausa. En 1988, tras el éxito de los Mercedes 190 E de AMG en el DTM, Mercedes-Benz encarga a AMG la preparación de sus 190E 2.3-16 de competición. La colaboración siguió con los Clase C a partir de 1993 y el CLK-GTR de resistencia. Para 1990, las versiones AMG se vendían en los concesionarios oficiales de la marca. Luego llegó el primer coche realizado en colaboración directa con la marca: el Mercedes C 36 AMG de 1993, el primer “Mercedes AMG” oficial de la historia.


Finalmente, en 1999, Hans-Werner Aufrecht vende el 51% de AMG a Mercedes-Benz. Aufrecht sale de AMG y crea HWA (por Hans-Werner Aufrecht) que sigue siendo hoy en día una empresa independiente y la encargada de los coches de DTM y de Fórmula 3. En la actualidad, AMG es una filial más de Mercedes-Benz, ha creado dos deportivos de forma independiente (el SLS y el GT), mientras desarrolla su primer “hypercar”, el Project One, y mantiene ese toque de artesanía realizando pedidos especiales de modelos únicos.


Con todo esto, ¿Cómo no íbamos a estar contentos de tener en nuestra cochera este SLC 43 AMG? Una invitación que llegó sin ser buscada, inesperada, pero que ni en sueños íbamos a rechazar. Pero antes de sacar conjeturas vayamos a analizarlo en detalle.

Por un lado la sensualidad de sus líneas, y por otro la capacidad de entregar potencia, lo vuelven irresistible.

En principio cabe mencionar que este SLC no es un AMG de pura cepa, es más bien una variante de acceso de gama V6 de la casa de Affalterbach. Incluso no se trata de un vehículo totalmente nuevo, sino de una actualización de su predecesor, el SLK 55 AMG, con retoques en su diseño y nueva denominación. De todos modos sigue siendo tan atractivo, o más.


Sus líneas compactas lo hacen irresistiblemente atractivo, tanto para la vista como para el manejo. Sus dimensiones compactas hacen que uno pueda percibir hasta el más mínimo detalle en el comportamiento, ayudados a lograr esta sensación gracias a unos generosos neumáticos de 18 pulgadas que apoyan con firmeza y que esconden unos frenos sobredimensionados capaces de detenerlo en pocos metros.


En el interior encontramos la soberbia calidad de todo producto hecho por Mercedes-Benz, pero denota un diseño algo añejo ya que parte de la base de la SLK de 2011. El climatizador y los comandos al estilo teléfono del panel central ya no están presentes en las nuevas generaciones. Aún así es muy cómodo (mucho más de lo esperado) y resulta agradable pasar el tiempo sentado allí dentro.


Pero lo más lindo se esconde bajo el capot. Un brioso propulsor V6, doble árbol de levas y 367 CV que entrega gracias a dos turbocompresores, acoplado a una transmisión de 9 velocidades (automática/secuencial) que siempre encuentra la marcha justa para exprimir al máximo el potencial de este convertible biplaza.


Capaz de servir a fines dominicales, pasear por la ciudad a cielo abierto, pero a la vez muy divertido y eficaz a la hora de llevarlo a la pista. En la jungla de cemento resulta bastante práctico, y se mueve con facilidad entre el tráfico. La suspensión es firme pero no demasiado dura, pero es en el circuito donde puede “estirar las piernas” y sacar el máximo provecho.


Allí todo se vuelve más divertido, sobretodo cuando lo ponemos en modo Sport+. El sonido se vuelve más agresivo, la dirección y el acelerador se vuelven más directos y el motor entrega un “petardeo” que nos saca sonrisas. Si bien este propulsor no está montado a mano como los V8 de AMG, tengo que decir que tiene mucho carácter. Las revoluciones suben de forma inmediata hasta el corte (6.500 rpm), dejándote con las ganas de más.

A la hora de enlazar curvas, se lo nota preciso y con buena estabilidad. Pero si de verdad quieren divertirse hay que desconectar todo, dejando en sus manos el completo dominio (o no) de este biplaza. Difícilmente puedan provocar que se vaya de trompa (subviraje), pero la cola tratará de pasarlos en todo momento si no son cuidadosos con el acelerador. En este sentido, la posición de mano retrasada (casi sobre el eje posterior) les permitirá sentir el comportamiento de la zaga. Pero si no están familiarizados con esto mejor dejen las ayudas electrónicas activadas. Estas intervienen con mayor frecuencia de la que nos gustaría, pero mantendrán su corazón del lado izquierdo.


En cuanto a la transmisión de 9 marchas (9G-Tronic), tengo que decir que es una delicia, de las mejores del segmento (solo un escalón por debajo de la PDK de Porsche). En modo Sport y Sport+ se suceden de manera escalofriantes, mientras que si deseamos una conducción más relajada, el modo Confort cumplirá con nuestro deseo.


En resumen, este SLC 43 AMG es un digno merecedor de esta última sigla. Tiene un comportamiento dinámico que convence, ofreciendo precisión en el manejo diario y en circuito. Prestaciones a la altura, muy sonoro y agradable de conducir. Tal vez penaliza en materia de diseño, sobretodo en el interior, por no tratarse de un vehículo de última generación. Pero sin duda alguna vale cada centavo.•

Fotos: Manuel Ledesma

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