Nueva Orleans: Música para tus oídos
Muchas cosas hicieron famosa a la ciudad de Nueva Orleans, tantas que hasta mi pequeña hija ya sabe que es el hogar de Tiana, la princesa afroamericana de Disney que persigue el sueño de abrir su propio restaurante de comida cajún. En aquella caricatura se pueden ver varios íconos de esta metrópolis, como las calles del histórico Barrio Francés (o French Quarter), los típicos tranvías, los paseos en barco a vapor por el río Mississippi y ni hablar del jazz, motor principal de esta maravillosa película animada y de seguro el producto más exportado de la ciudad. Pero los más grandes, sobretodo aquellos que aún no tienen niños, reconocerán muchos rincones de la ciudad en otras grandes películas del cine norteamericano. Tal vez las más reconocidas sean “El curioso caso de Benjamin Button”, protagonizada por Brad Pitt y Cate Blanchett; “El informe pelícano” de 1993 interpretada por Julia Roberts, Denzel Washington y Sam Shepard en los papeles principales o “Focus”, estrenada en 2015 con Will Smith, Margot Robbie y Rodrigo Santoro, pero hay muchas más.
Ubicada en el estado de Louisiana, en los Estados Unidos y sobre el extremo sur del Río Mississippi, la ciudad ofrece vistas y sensaciones únicas, sobretodo cuando se camina por las calles del Barrio Francés. Esta zona de unas seis cuadras ancho por otras trece de largo es una de las más reconocidas, y resulta muy atractiva para la industria del cine. Su mezcla de arquitectura española y francesa deja ver sus raíces. Es el centro histórico y por ende el más turístico de todos. Allí se encuentran las galerías de arte más importantes, tiendas de antigüedades, decenas de hoteles, bares y restaurantes, y cada uno de ellos funcionando en edificios que hoy son patrimonio histórico de la ciudad. En su gran mayoría con más de 120 años de antigüedad, de ladrillo a la vista y con sus balcones con barandas de hierro forjado característicos adornados con coloridas flores. Si esta descripción apenas pudo despertar su interés, imagine ahora todo esto pero sumándole una innumerable cantidad de músicos tocando en las calles y bares, desde jazz, pasando por el blues, el rock o el funk, e incluso llegando hasta géneros más modernos como la música electrónica. Agregue algunos carruajes tirados por caballos circulando por sus calles y el combo resulta extraordinario
El río Mississippi y su famoso barco a vapor, uno de los atractivos más conocidos de la ciudad.
Caminar por este barrio es un constante descubrimiento, con sus residencias ricas en detalles arquitectónicos y patios escondidos, y el aroma a café proveniente de los bares que tienen sus mesas sobre las veredas acompañando el paseo matutino.
Ningún visitante puede dejar Nueva Orleans sin caminar por las calles Bourbon y Royal, sin duda las más emblemáticas. Claro que hay que saber elegir el momento para hacerlo, porque una vez que cae el sol ambas calles se transforman en un pecaminoso menú, donde el alcohol, las drogas y los burdeles afloran sin censura. Durante el día el entorno es bastante amigable, con toda la historia del lugar a flor de piel. Tómese unos minutos para detenerse en la esquina más icónica y bella de Saint Louis y Royal Street, y de un sólo vistazo podrá apreciar el edificio de la Suprema Corte de Justicia; la Maison Royale, una de las locaciones de la película “Focus”; y el Omni Royal Orleans Hotel, cuyo edificio data de 1838. Aproveche la luz solar para degustar platillos únicos de la gastronomía típica de la región como la Creole, una mezcla de influencias francesas, franco-caribeñas, africanas, mediterráneas, italianas y americanas; y la cocina Cajún, autóctona de inmigrantes canadienses-franceses que se establecieron en el estado de Louisiana, basada en productos locales y métodos simples, utilizando lo que estaba disponible en el área, como el arroz, los langostinos y peces de río, el maíz, el trigo y la caña de azúcar. Entre los sitios más tradicionales para darse una panzada se encuentran el clásico Antoine´s Restaurant (el sitio que creó en 1899 los Ostiones Rockefeller en honor a John Rockefeller: ostiones gratinadas con queso, perejil, mantequilla y migas de pan), Galatoire’s, Arnaud’s, Brennan’s y Court of Two Sisters, Herbsaint y Bayona, entre otros.
Ningún recorrido por aquí estaría concluido sin pasar por la Catedral de Saint Louis en Jackson Square, de impoluto color blanco. Del lado Oeste de la plaza podrán ver trabajar a artistas callejeros y más músicos tocando sus acordes por unos dólares, mientras que del lado Este parten aquellos carruajes que adornan las calles, los cuales transforman una simple fotografía en una postal.
Frente a la plaza Jackson Square, cruzando la calle Decatur St., se encuentra otro de los bares más tradicionales y antiguos de Nueva Orleans: el Café du Monde, establecido en 1862. El aroma que se respira en cercanía de este tradicional café vuelve irresistible la tentación de su “café au lait”, o sea café con leche, acompañado de un “beignet”, una especie de pastel frito relleno de fruta cubierto de azúcar impalpable que vienen de a tres. El lugar se encuentra abierto 24 horas los siete días de la semana, y créanme, jamás se encuentra vació.
Aquí comienza la etapa gastronómica, ya que el Café du Monde da inicio a un recorrido que promete encontrar sabores únicos. Junto a él se encuentra una tienda muy especial y tradicional, Aunt Sally, que elabora galletas de praliné a la vista del público. A pocos metros de allí descubrí un kiosco que de simple no tiene nada, pues vende bebidas de todos los sabores imaginables e inimaginables. Se llama Rocket Fizz y es una franquicia que posee casi ochenta sucursales en los Estados Unidos. En este local encontré gaseosas de los sabores más extraños, como mantequilla de maní, duraznos con crema o chocolate con banana. La primera de ellas me la traje a Buenos Aires para probarla en familia, y lamentablemente terminó en el desagüe. La segunda la tomé en el lugar y debo admitir que me gustó bastante, y como el calor de la tarde era insoportable y tenían aire acondicionado me quedé un rato más y me animé con la tercera de chocolate con banana. Mala elección.
Bourbon Street
Desde allí caminé derecho hacia el French Market. Inaugurado en 1791, fue un punto clave del comercio de los nativos americanos junto al río Mississippi. Uno de los sitios más interesantes y con mayor historia que pueden conocer en su paso por Nueva Orleans. Se trata de las mejores cinco cuadras de la ciudad, donde encontrará arte fino, artesanías hechas a mano, pequeñas tiendas de recuerditos turísticos y, por supuesto, una oferta gastronómica que despliega todo el abanico de costumbres a través de una gran variedad de productos locales, como ostras recién extraídas, palillos de caimán frito, hamburguesas de caimán o pastel de cocodrilo.
Otra de las actividades infaltables de cualquier visita a Nueva Orleans son sus paseos por el río Mississipi en un barco a vapor. A paso lento pero cargado de historia, recorrí gran parte de la vieja zona portuaria, aquella que supo tener sus días de gloria. Grandes fábricas abandonadas, inmensos depósitos vacíos, viejos barcos oxidados forman parte de un paisaje que poco tiene que ver con el actual el puerto de la ciudad, el más grande y más ajetreado de los Estados Unidos. Aquel que cuenta con el mayor muelle en el mundo, con 3,4 kilómetros de largo y capacidad para 15 buques al mismo tiempo. El paseo dura unas dos horas y aunque es un tanto aburrido, la música en vivo en el salón comedor hace que uno se sumerja de lleno en el pasado. Al descender, una caminata por el paseo de la riviera terminará por enamorarlo.
Hasta aquí todo se encuentra bastante cerca y se puede recorrer a pie. Pero si quiere agregarle un poco de color a su visita no puede dejar de subirse a los tradicionales tranvías o trolleys. Estos conectan los principales sitios de interés de un modo más pasional y romántico. Este simpático medio de transporte resulta ideal para conocer las zonas más alejadas, como el Garden District (o Distrito de los Jardines), donde se encuentran las grandes mansiones que se asemejan a las casas de muñecas. Es verdaderamente económico, ya que el boleto cuesta apenas USD 1,25 sin importar la distancia que recorra, o 3 dólares por un pase diario. La única contra que tiene es que el recorrido no es circular y las diferentes líneas sólo se conectan entre sí en la cabecera ubicada en Canal Street, por lo que al tomar una línea se verá obligado a regresar por la misma hacia el inicio del tramo y de ahí escoger otra para recorrer diferentes áreas de la ciudad.
Los tranvías de Canal Street son una de las postales más reconocidas de Nueva Orleans.
Los dos hoteles en los que tuve la oportunidad de alojarme (The Saint y Astor Crowne Plaza) estaban ubicados sobre Canal Street, la calle más representativa de Nueva Orleans. Por ella transitan los tranvías que le aportan carisma a la escena cotidiana. La campanilla sonando al paso del pequeño vagón, el sonido de los frenos arribando a cada parada son el folklore que mantiene viva su esencia. No se trata de simples vagones turísticos. La gente los utiliza a diario para llegar al trabajo o para regresar a sus hogares, lo cuál los hace aún más genuinos.
Lamentablemente hay un hecho que también hizo famosa a Nueva Orleans. Se trata del paso del huracán Katrina. El que arrasó con todo a su paso y dejó más de 1.800 muertos en su camino. Y aunque hayan pasado más de diez años aún se pueden apreciar las secuelas de su destrucción. Pero no me refiero a una destrucción material de la ciudad, ya que todo lo relacionado con la infraestructura pública se renovó por completo y con muy buen gusto por cierto. Pero lamentablemente mucha gente ha perdido todo en esa tragedia, y no todos han podido recuperarse. He recorrido bastante la ciudad y he visto mucha gente durmiendo en las calles, más que en otras grandes ciudades de Estados Unidos que también conozco, como Los Ángeles, Las Vegas, San Francisco, etc… Claro que la mayoría de estas personas que se han quedado sin hogar deambulan por el centro, donde las limosnas de los turistas suelen ser más accesibles. Pero hay tanta competencia que la cosa se ha puesto ingeniosa, con carteles de cartón con leyendas como “Dame un dólar o voto por Trump”, o “1 dólar = Un insulto / 2 dólares = Un cumplido”, entre muchas otras que no me animo a transcribir en estas páginas.
Entre las estructuras que han sufrido daños con el huracán y que se han visto completamente remodeladas se encuentra el estadio o Superdome, el cual sirvió en su momento como centro de evacuados por las inundaciones que éste provocó. Viajé a Nueva Orleans en ocasión del International Pow Wow, la feria de turismo más grande de los Estados Unidos, cuya fiesta de apertura se llevó a cabo en este lugar, y quedé impresionado.
Actualmente es uno de los estadios más modernos del país, su tamaño es impactante. La fiesta se desarrolló sobre lo que es el campo de juego, con un escenario donde varias bandas tocaron música en vivo, desfile de carruajes tradicionales del Mardi Gras y muchas y muy ricas opciones gastronómicas para degustar platillos locales. Pero no podía quitarme de la cabeza las imágenes que unos días antes había visto de este sitio convertido en un depósito de gente que lo había perdido todo, y miraba hacia el suelo como esquivando personas durmiendo en improvisadas colchonetas. Claro que Nueva Orleans hoy mira hacia el futuro, pero sigue sufriendo un profundo trauma muy difícil de curar.
Nueva Orleans es el resultado de múltiples y diferentes colonizaciones, es el fruto de una mezcla de culturas que provienen de franceses, españoles, africanos, americanos, y todo ello ha hecho que sea en sí misma una ciudad de sorpresas continuas, pero también festiva y muy alegre. Ello explica porque unos de los carnavales más importantes de los Estados Unidos se desarrolla aquí: El famoso Mardi Gras. Una celebración con más de doscientos años de antigüedad que en realidad sólo se realiza un día antes del denominado Miércoles de Cenizas (varía entre los últimos días de Febrero y los primeros días de Marzo), y que significa “Martes Graso”, refiriéndose al último día para disfrutar de los placeres tanto culinarios como carnales antes de la época de abstinencia que marca el inicio de la Semana Santa y la Cuaresma, aunque hoy casi nadie (por no decir absolutamente nadie) cumple con esas reglas. Pero las festividades duran más que unos simples días. Estas se inician varias semanas antes, los primeros días de Enero y durante este tiempo se podrá disfrutar de desfiles para todas las edades que recorrerán diferentes calles de la ciudad, bailes de máscaras y carrozas, y conciertos al aire libre de artistas internacionales y locales, pero también podrá ver unos cuantos borrachines más por las calles.
Nueva Orleans es una ciudad de sorpresas continuas, pero también festiva y muy alegre, es el hogar del Madri Gras, el carnaval más importante de los Estados Unidos.
La ciudad se prepara durante todo el año para festejar su carnaval, para elegir a su rey, construyendo sus coloridas carrozas y disfraces, y una semana antes del “Mardi Gras” el carnaval se encuentra en todo su esplendor. Gente de todas partes del mundo llega a la ciudad para no perderse uno de los símbolos más importantes, y es que desde las carrozas, los miembros de cada una de ellas arrojan todo tipo de obsequios al público, aunque los más famosos son los collares de colores.
Yo estuve en Nueva Orleans durante el mes de Junio, pero aún así cada noche esta peculiar tradición se vive desde los balcones de Bourbon Street. La gente compra docenas de collares en las tiendas por unos pocos dólares para arrojárselos a la gente y, paradójicamente, muchos de los que lo hacen terminan regresando a sus hogares con las manos vacías.
Pero sin duda alguna fue el jazz el que puso a Nueva Orleans en el mapa mucho antes que todo esto. La música es la que hoy llena de vida las calles que vieron nacer en 1901 al famoso trompetista y cantante Louis Armstrong, una de las figuras más carismáticas de éste género musical.
Con una infancia difícil, con un padre que jamás lo reconoció y una madre que se sabía era prostituta, Louis no tardó mucho tiempo para encontrarse en situaciones un tanto delictivas. Un percance con la pistola de uno de sus padrastros hizo que lo detuvieran, y fue llevado al Hogar de Niños Expósitos de Nueva Orleans en 1912, con apenas 11 años de edad. Lejos de transformar esta vivencia en catastrófica, Louis experimentó allí sus primeros pasos con la música como trompetista de una banda que tocaba en bares locales para recaudar algo de dinero para la institución. Al abandonar el reformatorio dos años después se unió al grupo de su ídolo, Joe “King” Oliver, quien lejos de considerar el talent del niño como competencia, le enseñó todos sus trucos y lo introdujo en el mundo de la música.
La búsqueda de mejores oportunidades hizo por aquel entonces que los músicos migraran a otras ciudades, con Chicago a la cabeza como principal destino. Joe “King” Oliver emprendió su viaje a la “ciudad del viento” (como se la conocía a Chicago) y en 1921 envió un telegrama a Louis para que éste se uniese a su banda, la famosa Creole Jazz Band. Un tanto reacio, aceptó la invitación y abandonó su ciudad natal en contra de sus emociones. Esto marcó el principio del fin de su presencia en la ciudad que lo había visto nacer.
En Chicago le fue muy bien, pero una carta proveniente de New York lo tentó para viajar allí. Tras un breve período, cuya experiencia no resultó como él esperaba, regresó a Chicago para hacer más fuerte su nombre. Junto a exmiembros del grupo de Oliver, estuvo al frente de una grabación histórica que cambiaría el jazz para siempre, bajo el nombre de Louis Armstrong and his Hot Five, con los que grabó 65 discos entre 1925 y 1928. Su siguiente gira por Europa lo vio triunfar en Londres y en París, y su fama lo alejaba cada vez más de su ciudad natal, donde casi no volvió a tocar. Claro que ésta popularidad tuvo su apogeo y su posterior descenso, que agobiado por los dolores de sus labios que sangraban ante el menor esfuerzo, veía disminuidos sus dotes de trompetista.
Una innumerable cantidad de músicos se presentan en bares a toda hora.
Pero ello no le impidió ser artífice de un último brote de genialidad, interpretando la canción principal del musical “Hello Dolly”. La canción se colocó en el número uno de las listas desplazando nada menos que a los Beatles con su tema “Can’t buy me love”. Louis se había convertido así en el músico más popular de la historia, grabando nuevos discos con éxitos como “What a wonderful world” y “A kiss to build a dream”. Sólo unos años después, el 6 de Julio de 1971, iniciaría su última gira, esta vez al cielo, dejando un legado que permanecerá indemne al paso del tiempo.
Louis Armstrong y el jazz, el Mardi Gras, su gastronomía Cajún y Creole, su influencia cultural, su bellísima arquitectura y sus tantos otros atractivos particulares son una simple enumeración de los motivos que existen para querer visitar Nueva Orleans. Quienes gusten de todo esto ya tienen un destino más que agregar la lista de sitios que deben visitar antes de salir de gira, cómo dicen los artistas.•
Fotos: Andrés Canet
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